Para sacudirse la crisis: mejor «volar» que arrastrarse

«El arte de sacudirse la crisis con el Arte» es la sección que recoge nuestros diálogos con Joseph Hostench, asesor de estrategia. Los temas (economía, crisis, consumismo, ahorro, inversión en Arte, etc.) son abordados espontáneamente, al hilo de nuestras preguntas.

Sala Rusiñol: Mayo del 2009. ¿Qué hay de la crisis económica?

Joseph Hostench: Destaco telegráficamente aquello en lo que coincide la mayoría de analistas.

Veamos…

Primero: los datos macroeconómicos reales han superado las peores previsiones. La realidad está siendo más grave de lo que se preveía. Segundo: consenso, más o menos generalizado, de que estamos «tocando fondo» (habría que concretar según países y sectores). Desde luego, se está desacelerando la caída. Tercero: ciertamente, se detectan algunos signos positivos. Es decir: hasta febrero-marzo del 2009 todo eran noticias desastrosas; ahora hay una mezcla de noticias preocupantes que conviven con signos de esperanza. Cuarto: la propia dinámica del sistema hace que algunas variables tiendan a ajustarse como «automáticamente»: por fin se empieza a crear ahorro en las familias, se han moderado las importaciones y reajustado la balanza comercial, se ha desactivado la presión inflacionista, etc.

¿La recuperación?

Primero: dependerá de los países y de los sectores. Segundo, de modo genérico: se habla de una mejora del «clima» en el segundo semestre del 2009. Tercero: algunos países empezarían una tímida recuperación en el segundo trimestre del 2010. Cuarto: para otros, entre ellos España, se apunta el inicio de una recuperación en el segundo semestre del 2010. En fin, habrá que ver. Gráficamente: hemos contraído una fuerte intoxicación; da la impresión de que se va acabando la fase de «vomitera» (con perdón) y que nos espera una «resaca» más o menos larga.

¿España?

Una pincelada estadística: la última previsión del Banco de España indica para nuestra economía una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) del -3% en el 2009 y del -1% en el 2010. Es decir: eso va para largo. España tiene algunas complicaciones sobreañadidas. A destacar: la elevada -que aún lo será más- tasa de desocupación, con un mercado laboral «rígido» (es lento y costoso el ajuste de plantillas); la explosión de la famosa «burbuja inmobiliaria»; baja productividad: demasiada cultura de subvención, alto absentismo laboral, poco trabajo, demasiada especulación. Hemos vivido del cuento y por encima de nuestras posibilidades: ahora toca adelgazar seriamente… y trabajar de verdad.

Hay quien habla de que lo peor aún está por venir, que estamos en una pre-crisis…

Hay profetas para todo. El tiempo dirá…

Y, ¿qué del sector del Arte?

Del Arte debiéramos aprender. Otro gallo nos cantaría -y me refiero a la crisis económica- si tuviésemos un sentido más artístico de la vida.

¿Seguro?

¡Es evidente! ¿Os suena aquello de que «hay que tomarse la vida con filosofía»? Pues, bien, habría que añadir que también que «hay que tomarse la vida con arte».

¿Tan decisivos son los artistas en la marcha de la economía?

No digo que los artistas deban hacer de banqueros y empresarios, sino que los banqueros, empresarios, gobernantes y todos debiéramos ser más artistas.

¿En qué sentido?

Nos sobra mecha (pues no hemos hecho más que quemar pólvora como locos), nos sobran prisas y nos falta capacidad de contemplar. No vemos más allá del aquí y ahora. Vivimos en un mundo de «ciegos». Con estas premisas no hay nadie ni nada que se sostenga.

¿Ciegos?

Sí, tal como suena. Hemos llegado a la «intoxicación» generalizada porque sufrimos una «ceguera social». ¿Cómo podía sostenerse un sistema donde se alarga más el brazo que la manga; donde se contraen deudas sin pensar que las «deudas son deudas»; y donde se han hecho trampas hasta lo inimaginable? No le faltaba razón al que dijo alguna vez que «el sentido común es el menos común de los sentidos». Las famosas burbujas (inmobiliaria, bursátil, etc.) son enormes faltas de sentido común. Si se las llama «burbujas» es porque, tarde o temprano, van a explotar: pero pocos pensaron en ello. Es sorprendente que tanta gente y tantas instituciones se hayan equivocado tan estrepitosamente.

¿Cómo es posible?

Lo trataremos en otro momento: hay mucha «tela marinera».

Bueno, pues dinos si el Arte nos puede curar esa «ceguera social».

En el mundo del Arte se contempla. La obra de arte, en sí misma, reclama una mirada reposada, profunda, penetrante. La obra de arte no se ve; la obra de arte se mira y se contempla. Una genuina obra de arte invita a pensar. Es como la lectura: cuando lees no te limitas a ver letras; solamente lees si penetras el significado del texto, yendo más allá de la materialidad de las letras rotuladas. El buen Arte nos eleva: entonces el ojo humano ve con más perspectiva; entonces la mirada es más «verdadera», más real.

Una mirada reposada…

Sí, frente al mundo de la «crematística» -beneficio a toda costa y a cualquier precio- y del «cortoplacismo» -beneficio aquí y ahora-, el arte impone otro ritmo. Mirad: vivimos en un mundo de continuo movimiento, con el riesgo de fenecer en el «hacer por hacer», en el actuar sin sentido. Corremos tanto, tanto y tanto, que no sabemos ni porqué corremos, ni hacia dónde corremos. Es triste. ¿No?

¿? (encogimiento de hombros y cara de póker)

Sí, sí. Y lo peor es que cada acción que realizo sin sentido me está robando parte del sentido de mi vida. Y al final uno no tiene ganas de vivir: ¿para qué seguir viviendo? Primero vamos persiguiendo el beneficio, el tener y el hacer; ahora nos persigue la deuda. Un mundo de persecuciones, de perseguidores y de perseguidos. ¿Es eso lo que hace feliz al hombre?

Ciertamente, lo de las deudas es angustioso…

Escribía Charles Dickens en su novela David Copperfield que la diferencia entre la felicidad y la miseria de una persona dependía de no gastar sistemáticamente más de lo que ingresaba. Si lo trasladáramos al nivel nacional, esto equivaldría a decir que la economía española ha reducido su felicidad durante los últimos diez años.

¿Cómo salir de este círculo de angustia?

Hay que volar, hay que mirar más allá: hemos de corregir la miopía social. La mente humana, si no vuela, se ahoga. El «aquí y ahora» es un ámbito estrecho para nuestra libertad. El arte, igual que otras áreas de la creatividad humana, invita a volar. Un buen Arte te transporta, te eleva, te hace pensar.

¿Cómo puede el Arte hacerte volar?

De eso todos tenemos experiencia personal. Un ejemplo concreto. Fijaos en la actual exposición de Raffaello Ossola: Immagini immaginate. Tras una evolución personal, reconocida expresamente por el propio artista, sus pinturas combinan una triple composición: la naturaleza -idílicamente representada, como en El señor de los anillos-; un horizonte bellísimo que abre paso a un espacio superior -el cielo, el firmamento, el cosmos- abierto a nuestro pensamiento. Es decir: nuestro mundo no se acaba en lo que vemos y tocamos. El pensamiento, el Arte, las Letras deben despertar nuestro espíritu de las prisas narcotizantes y abrirnos a la belleza que hay más allá…

¿Más allá de qué?

Más allá de nuestros pies; más allá de las cosas que vemos y tocamos; más allá del instante presente, tal como ha dicho Ossola; también más allá del tiempo, tal como ha sugerido Cadena.

¿Tan importante es eso?

Sí, tan importante como que el actual descalabro de la sociedad occidental -en buena medida- ha sido inducido por el «cortoplacismo»: casi todos hemos calculado mal.

¿Casi todos? ¿De verdad?

Sí. Otro día podemos tocar más a fondo este tema. Para una economía, para una empresa, para una familia es fundamental la perspectiva del largo plazo. Y no pocas patologías mentales son causadas por la incapacidad de trascender, «volar» y elevarme por encima de mi mera corporeidad hasta remontar en los valores, en la experiencia estética, en la excelencia humana y en la proyección eterna.

¿Eternidad? ¿Tantas cosas dice la pintura de Raffello Ossola?

Sí. El Arte, la literatura, la poesía son vehículos de reflexión: suelen pretender llevarnos más allá de lo pintado, de lo escrito y de lo declamado. Sin tapujos ni respetos lo afirmó claramente Josep Mª Cadena: «En la pintura de Raffaello Ossola late la gran pregunta sobre la eternidad a la que aspira el ser humano. De una forma u otra, entre nosotros está la voluntad de llegar al más allá que simbolizamos en la línea del horizonte o en la aurora». Que yo sepa, Ossola no ha desautorizado las palabras del Sr. Cadena.

Buen ejemplo. ¿Hay otros?

Pues claro que sí. Lo habitual es que un pintor nos transmita algo más que la materialidad de lo representado. No me refiero a la pintura abstracta, que está claro que apela directamente a la interpretación. En la Sala Rusiñol exhibimos pintura figurativa, con menor o mayor elaboración interpretativa de parte del artista: siempre, siempre nos dicen más de lo que vemos en los cuadros.

Más ejemplos…

Vamos a otro caso reciente, que a mí, particularmente, también me gustó mucho: «Tibidabo 360º», de Maite Llongueras. Carlos Duarte hizo notar -y cito sus palabras textualmente- que «buena parte de los cuadros de «Tibidabo 360º» muestran la ciudad (Barcelona) como telón de fondo: gris, inmersa en el tiempo. A pesar de que queda como paisaje de fondo, es justamente donde vivimos: la vida ciudadana, tocada de dolor, prisas, angustia… Pero, a la vez, hay un espacio que escapa de este ambiente cotidiano y que nos adentra en un mundo mágico, un mundo fuera del mundo, donde los sueños se cumplen, donde las figuras que encontramos son atemporales y nos devuelven a nuestros recuerdos». ¡Eso es volar!

Y, ¿»volando» tendríamos menos crisis?

Es más humano, más propio de la libertad y más hermoso «volar» y «soñar» que correr y arrastrarse por la vida…

joseph.hostench@gmail.com

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