«Nuevos pintores en la Sala Rusiñol»
Este jueves inauguramos la primera exposición del año.
El pasado mes de mayo abrimos una convocatoria pública para incorporar nuevos artistas a nuestra galería. De entre todos los participantes seleccionamos cinco candidatos para formar parte de una exposición conjunta.
Fruto de esta acción ahora presentamos “Nuevos pintores en la Sala Rusiñol”, donde se muestran los trabajos recientes de los artistas:
CARLES GRAELL
ELENA MONTULL
FRANCESC NAVARRO
GERARD MARTÍN
JOSEP MILLÀS
Todos ellos nos acompañarán el día de la inauguración.
La artista y crítica de arte ANNA TAMAYO YMBERT será la encargada de la presentación. Este es el texto que ha dedicado a la exposición y que ha titulado «Soledades entrecruzadas»:
«Aislamientos que hacen descontextualizar, una mirada genuina a una singularidad. Los ojos vierten la vista a un instante en el que todo depende de una calma momentánea, y es en esa tensión entre lo que el autor elige representar y lo que deja al margen de la escena, donde nace el secreto que nos atrapa. Capta un tiempo en el que caminamos entre silencios elípticos, alusiones placenteras, olvidos intencionados y metáforas de ánimo estimulante, celebrando el latido de las cosas bellas.
Árboles, troncos y cepas secas señalan secos acantilados, donde ramas yermas en las que reposa el frío, nos presentan cálidos campos rojos y cielos de oro. Esta soledad pasea con la sutil edad de la inocencia, prometiendo llenar de caricias con los mechones de pelo la mirada desconocida, bebiéndose con los ojos la ternura que desprenden las caritas jóvenes fundiéndose plácidamente con unas barcas flotando suaves, mostrando los sedimentos y cantos rodados bajo los verdes de agua. Soledades comparadas en su profundidad placentera, y paralelas a unas naves a la deriva, sin ancla ni amarras, merodeando la costa, conocedoras de los cuentos impronunciables, señalando la dirección en la que serán narrados. Se convierte en espejismo de compañerismo la casa de la puerta grande, acogiendo en el espesor del bostezo madrugador, la leve llegada del bote blanco navegando silenciosamente a través de las aguas calmadas.
Aislamientos deseados y necesarios para poder ver con claridad el camino. Poesía cabalgando sobre el silencio mudo de las pequeñas y azarosas olas, donde los barcos llenos de la ausencia humana, insinúan la indolente siesta orientada en el imprevisible signo de las estrellas. Huérfanos de compañía inician la singladura hacia un destino sin rumbo conocido, bajo un cielo de eterna primavera cubriéndolo todo, con la promesa de un buen puerto.
En el desierto de la travesía solitaria se cruzan con anónimos caminantes empeñados en la urgencia diaria. Callados, se desplazan en grupos o se dispersan, según sea su divagar, proyectando sombras en el suelo que atestiguan su movimiento en el espacio. Llenan así trayectorias dibujadas por su ir y venir, un vacío que habla de las urbanas soledades compartidas.
La suma de soledades culmina en las naturalezas muertas, dispuestas en antiguos azules de porcelana reflejada en espejos atemporales, donde la presencia de las delicadas flores borda la complicidad necesaria para convertirse en resumen en un espectacular Mediterráneo, bañando un pueblo cualquiera, blanco de sol de mediodía, en la hora perezosa en la que todo es posible, en la que deseamos que en el sueño de este tiempo mágicamente ingrávido, podamos hacer huir a todos los fantasmas que nos atormentan con la amenaza de un largo invierno de desesperanza. En el que la soledad es sinónimo de la negrura de las preguntas sin respuesta, las que nos hacen perder entre las esquinas puntiagudas, sin entender nada.
Estas pequeñas muestras de singularidad nos regalan instantes de luz esclarecedora, en la que los rincones de agua y sol entran por las rendijas. Hacen de las soledades, espacios donde florece la intimidad adecuada para ordenar prioridades, ordenar conceptos o simplemente dejan que ilumine partes oscuras, convirtiéndose en esperanza.»
Algunas de las obras de la colección:
Puedes ver la exposición al completo aquí