Inauguración Lluís Roura ( 11 diciembre 2015)

1«¡Milagro! ¡Lo tenemos aquí!!! ¡No solamente sus cuadros, sino también él!». Palabras de alivio de Ignasi Cabanas, después que días antes Lluís Roura había avisado que se encontraba indispuesto. Además, se cernía en el ambiento el anuncio de que ésta sería la última exposición de Roura.


 

 

Pintor de las tierras de Girona, sin embargo, es “hombre del mundo”: un pintor que se ha hecho a sí mismo, que ha viajado por todo el mundo, que ha escrito libros —hoy hemos sorteado uno de ellos entre los asistentes… De una cosa estamos seguros: sea como sea, todavía se oirá hablar mucho —y durante tiempo— del pintor Lluís Roura.

 

 

 

2El Sr. Josep Mª Cadena ha sintetizado la figura de este pintor diciendo: «La naturaleza desea asemejarse a los cuadros de Lluís Roura». Esta vez el pintor ha querido introducir en sus cuadros un elemento humano, aunque no veamos personas: ¡ahí vemos pueblos! Cadena intuye ahí, pues, una cierta intención social, un sentido de armonía civilización-naturaleza. Finalmente, el Sr. Cadena —veterano en el mundo del arte— ha asegurado que el “gusanillo” por la pintura no desaparecerá de la mano de Lluís Roura y «de alguna manera, no lo perderemos como pintor… ¡Al menos es lo que yo deseo!».

3En contraste con lo que suele suceder, Lluís Roura es un pintor que goza de una gran desenvoltura a la hora de hablar. Comenzó expresando su alegría y agradecimiento por poder venir a exponer en la Sala Rusiñol… Y, ya que la cosa hervía en el ambiente, nos confía sus planes de futuro: «Mi primera exposición fue en Vic, en diciembre del ’69. Ésta, la que inauguramos hoy, sería ya la última, al menos en este formato privado. Quizá haré alguna más, pero de orden más bien institucional. Tengo 72 años y ya tengo edad de jubilarme. Estoy escribiendo mis memorias. En todo caso, continuaré pintando, pero con otro ritmo».

 

 

 

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«Nací de la tierra, soy del mundo rural. De pequeño y joven hice de pastor y de payés. Puesto que había ratos en los que me aburría, empecé a pintar los animales que veía: la vaca, el perro… Hasta que un día uno de la familia me dijo: —¡Tú quizá podrías ser pintor! Yo pensaba que la pintura se había acabado con Velázquez, Goya, etc. ¡Pero no!

En contraste con Dalí que pintaba unos horizontes pequeños con un gran cielo donde situaba su magia pictórica, yo pinto unos cielos pequeños porque doy espacio a los campos, árboles…, los frutos del mundo que viví de pequeño». Su intervención la terminó leyendo un poema suyo —escrito hace ya tiempo— en el que “pintaba” con palabras una gran descripción del Monasterio de Sant Cugat. Los fuertes aplausos dieron fe del impacto que —más allá de las pinturas— causaron las palabras de Lluís Roura.

 
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Un interrogante interesante salió del público: —«¿No has tenido interés en hacer escuela?». Roura respondió que «esto me lo han pedido, pero soy tan libre…!». El resultado es que sin pretender hacer “escuela”, en realidad, ha surgido una “gran escuela” en el Empordà. De hecho, él frecuenta las escuelas de niños, les habla de la pintura y les pinta delante de ellos un cuadro. Así consigue, por lo menos, despertar una inquietud, una sensibilidad por la naturaleza. En una de estas visitas un niño —acostumbrados como están a oír hablar de los grandes pintores, que ya no viven— le dijo a la profesora: —¡Qué bien!, hoy veremos un pintor vivo».

 

 

 

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